jueves, 20 de enero de 2011

Niebla en Fuente Olmedo

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Este fin de semana pasado, casi caída ya la tarde, sonó el timbre de la puerta de entrada de casa. Pensamos que sería alguno de los vecinos. Bajando el volumen del televisor para que Paulina pudiera escuchar quien era quien llamaba, me levanté del sofá y fui a abrir la puerta.
Al abrirla, la niebla era tan densa que, aunque estaba en la acera, apenas si podía distinguir la figura de una persona con un capote de color claro, con la cabeza cubierta por una capucha. La luz que desde la lámpara de la entrada salía por la puerta se difundía en la niebla y aún así no permitía que se dibujaran las facciones de quien nos visitaba.
Durante un instante dudé si cerrar la puerta y atender a quien fuera a través de la reja del ventanuco pero pensé que sería una grosería el que una vez abierta la puerta a quien nos visitaba se la cerrara en las narices. Dirigiéndome a la figura en la niebla le pregunté que deseaba.
Una voz de hombre, no demasiado grave, dijo:
- Buenas noches, voy andando a Santiago y vengo desde Algeciras, hoy llevo andadas unas nueve leguas y esta niebla se me ha metido en los huesos. ¿Podrían ustedes darme un vaso de leche caliente y un trozo de pan para ver si entro en calor y puedo llegar a Olmedo?
Mientras hablaba se había echado atrás la capucha y había subido los dos escalones que separan la puerta de la acera. La luz de la lámpara iluminó a un hombre de edad indefinida con unos grandes zapatos gastados que asomaban de sus pantalones como si fueran la tarjeta de visita de un caminante.
Me extrañó su forma de expresarse. ¿Leguas? Debía ser mayor de lo que aparentaba. Su aspecto, lo poco que se veía bajo la prenda que le servía de abrigo y que estaba un poco abierta, era desaliñado aunque limpio.
Me aparté hacia un lado diciéndole:
- Pase, vamos a calentar la leche, seguro que hay algo más que un trozo de pan para que pueda acompañarla.
Alzando la voz dirigiéndome a Paulina dije:
- Paulina, es un peregrino del Camino de Santiago que pide hospitalidad, vamos a la cocina para prepararle algo pues dice que lleva la niebla metida en los huesos.
- Vale –contestó- ¿qué vas a preparar?
Mientras señalaba al hombre la puerta de la cocina haciéndole gestos para que entrase en ella contesté diciendo que iba a calentar leche.
- ¿Puedes prepararme un colacao a mí?
- Claro, voy a preparar algo de merienda. ¿Te apetece un trozo de bizcocho?
- No, ponme un par de galletas. Me apetecen más.
- De acuerdo. Ahora lo llevo para allá.
En silencio cogí un cartón de leche de la nevera y vacié algo más de medio litro en una cacerola que puse en la hornilla. El hombre se había quedado de pié al lado de la mesa que estaba pegada a la ventana.
- Siéntese por favor. Póngase cómodo. Si quiere, quítese la capa, se calentará antes.
- Muchas gracias por su amabilidad.
Cogí de la alhacena un tazón que estaba debajo de la caja del té y saqué, de debajo de los platos de loza blanca, un plato con el borde azulado para poner en él un trozo de bizcocho para el peregrino.
Cogí los tazones de Paulina y mío del escurridor así como un par de platos para las galletas. Serví los platos y los llevé con los tazones al salón donde estaba Paulina que me hizo gestos como preguntándome que quien era quien había llamado a la puerta y que estaba haciendo. Con gestos también, contesté que esperase pues enseguida le llevaría al salón. Volví a la cocina y puse la leche caliente en una jarra. Cogí el colacao y tres cubiertos y le pedí al peregrino, que se había quitado la capa, que me acompañara.
Estuvimos merendando y nos estuvo contando historias y anécdotas que le habían sucedido en su viaje hacia Santiago. Nos dio la sensación, por lo que contaba, de que su viaje duraba ya muchos años. Explicó que hacía ya mucho tiempo, un peregrino llegó en invierno a su casa pidiendo hospitalidad y que no le hizo caso. Ese invierno fue un invierno de grandes lluvias que provocaron riadas en las que se ahogaron muchas gentes. Unos días después de no haber dado hospitalidad a aquel peregrino, supo que murió llevado por una riada aquella noche.
Cuando su hijo embarcó para ir al Nuevo Mundo, hizo la promesa de ir andando a ver al Apóstol Santiago para que su hijo que había embarcado llegara sano y volviera algún día y para ir rezando por el alma del peregrino al que no dio hospitalidad. También nos contó que llevaba mucho tiempo viajando y que cada vez que alguien era hospitalario con él, de alguna manera que no sabía explicar, su viaje se acortaba.
Mucho después de haber terminado la merienda le dijimos que si quería podía dormir esa noche en casa. Se excusó y agradeció nuestro ofrecimiento y nos dijo que esa noche quería llegar a Olmedo. Le dijimos que si quería podíamos acercarle con el coche pero se excusó y nos recordó su promesa de ir andando al sepulcro del Apóstol.
Fuimos a la cocina y cogió la capa de la silla en la que la había dejado. Le acompañamos a la puerta insistiéndole en que se quedara pero él, excusándose de nuevo, se despidió de nosotros y se marchó desapareciendo en la niebla.
- Que hombre más curioso, parece salido de otra época. –Dijo Paulina- Bueno, vamos a ver un rato la tele.
El ruido de una película en la televisión me despertó. Miré el reloj y vi que eran las dos de la madrugada. Paulina se había quedado dormida apoyada en mi hombro. Despacio la besé y, mientras apagaba la televisión, le dije que era tarde, que nos fuéramos a la cama. Se levantó desperezándose y al pasar por delante de la cocina me dijo que iba a beber un vaso de agua. No había llegado a la puerta del dormitorio cuando la oí que me decía:
- Oye, ¿por qué has lavado el tazón y el plato del peregrino y los nuestros no?
- ¿Qué? ¿qué dices?
- Que ¿por qué has lavado..?
- Si, si te he entendido, pero es que no he lavado nada. He dejado todo en la pila.
- Ven un momento, por favor.
Fui a la cocina y me asomé a la puerta.
- ¿Qué quieres Paulina?
- Mira la pila. Ves. Dos tazones, el tuyo y el mío, dos platos y dos cubiertos. ¿Dónde está lo del peregrino?
- Venga, déjate de bromas que es muy tarde. Mira que fregarlos mientras estaba dormido para ahora gastarme una broma.
- No. No he fregado nada. De verdad que me he quedado dormida en el sofá y me acabo de levantar cuando me has despertado. Eres tú quien me quiere gastar una broma y asustarme haciéndome creer que no ha venido nadie.
- Vamos a ver, ha venido un peregrino que iba a Santiago, hemos estado merendando, nos ha contado anécdotas que parecían sacadas de cuentos medievales o más antiguos, lo hemos estado comentando cuando se ha ido, hemos llevado los restos de la merienda a la cocina y hemos puesto los tazones y lo demás en la pila para fregarlo más tarde. Después nos hemos dormido en el sofá y ahora dices que no está lo que ha utilizado el peregrino…
- Mira el bizcocho. ¡Está entero! Tú cortaste un trozo para él…
Busqué en la alhacena el tazón que le había puesto y lo encontré debajo de la caja de las bolsas de té, donde lo vi cuando lo cogí por la tarde. El plato con el borde azul, donde le había puesto el bizcocho, estaba en la estantería de donde lo había sacado esa tarde, debajo de los platos blancos. Me giré hacia Paulina que había estado siguiéndome con la mirada mientras buscaba el tazón y el plato. Me miraba con ojos asombrados.
- No puede ser. Ha estado aquí. ¿No? ¿Ha estado aquí? ¿Verdad…?
- Si, claro que si…
En ese momento sonaron unos golpes flojos en la puerta de la calle, como si algo pequeño y fino golpease la puerta por fuera.
Fui a la puerta con Paulina pisándome los talones. Cogí la llave que colgaba de la mano de Fátima y abrí la puerta. La niebla persistía difuminando las luces de las farolas, apenas se veía la calle. Del tirador de la puerta colgaba, atada con un cordón de cuero, una concha de vieira con una vieja Cruz de Santiago grabada en ella.
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WIKIPEDIA:

Legua castellana.

Las leguas castellanas, divididas en veinte mil pies, que equivalen a 5.572,17 metros, eran las utilizadas para medir los caminos de España, antes de adoptarse los kilometros del sistema métrico decimal. En 1769 una norma establecía marcar los caminos con los 'leguarios', que señalaban las distancias. El punto cero se estableció en Madrid y se encuentra todavía en la Puerta del Sol.

Carlos IV de España, por real orden de 26 de enero de 1801, estableció: 'Para que la legua corresponda próximamente a lo que en toda España se ha llamado y llama legua (que es el camino que regularmente se anda en una hora) será dicha legua de veinte mil pies, la que se usará en todos los casos que se trate de ella, sean caminos Reales, en los Tribunales y fuera de ellos'.
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Blog del Lic. Gilberto Barrientos García. Director de la Tuna Real Cervantina de Guanajuato (Mexico):

La Cruz de Santiago

Es una espada cuya empuñadura termina en forma de cruz. Se representa con fondo blanco que significa la pureza y su color rojo significa la sangre de Jesús. Es el símbolo de la Orden de Santiago, orden militar-religiosa creada en 1160 que tiene como finalidad defender los santos lugares así como a los peregrinos que acudan al sepulcro del Apóstol Santiago.


http://blogs.compostelavirtual.com/caminodesantiago/

El Milagro del Cavallero de las Vieiras
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Información aportada por la “Hermandad de Damas y Cavalleros das Cunchas” - “Cavalleros de Bouzas”, integrada por vecinos de la Villa de Bouzas (Vigo), que defiende que este hecho descrito en la leyenda: “El milagro del Cavallero de las Vieiras” constituye el primer milagro del Apóstol Santiago y que tuvo lugar en la playa de la población de Bouzas.
Aparece en “Historia del Apostol de Iesus Chisto Santiago Zebedeo Patrón y Capitan General de las Españas”, de D. Mauro Castellá y Ferrer, un libro antiguo reeditado por la Xunta de Galicia, y que hace mención al milagro del Cavallero en la página 124 y siguientes, donde se lee:

“MILAGRO QUE OBRO DIOS POR EL APOSTOL SANTIAGO EN EL MAR OCCIDENTAL DE ESPAÑA, ANTES DE LLEGAR SU SANTISIMO CUERPO A IRIA FLAVIA”.
“… Cando chegaron dereitos de Portugal, e xa por la costa de Galicia, à un lugar que chaman Bouzas había unha grande festa…”

Sigue haciendo mención de que muchos de los hombres a caballo hacían manifestación de su hombría jugando con lanzas (bafordo).

“Entre estes que bafordaban, bafordaba o noivo no seu corcel ía bafordando, o cabalo dun súpeto pulo meteuse no mar e mergullóu. E só víase como un ronsel de escamas que aboiban por riba das onda do mar e ía cara a nave ú andaba o Corpo de Sant-Iago. En cabo saíu o cabalo co seu cabaleiro a tona do mar alí mesmo á carón da nave: E todos desde terra poderon albiscar aquel mirage. E o cabaleiro catouse, e víu o cabalo e a sela e o pectoral e as estribeiras e os panos todos cheos de vieiras…” “…rogasen a Dios les declarase el enigma de aquellas veneras, de que fe hallaua adornado: Ellos lo hizieron y les respondió una voz, que aquellas veneras era inssignias de que andarian adornados los devotos y Peregrinos de Satiago por suyos, y que por ellas como suyas seria conocidos y gratificados de Dios en esta vida y en la otra por el servicio que avian hecho al Apostol. E despois, todo pelengrino que había d´ire no andante a Compostela en procura de Sant-Iago levaba por sinal as cumchas de vieira no chapeu e na escravina de saial”.

Significado de la Concha de Santiago
Existen una gran variedad de opiniones sobre el origen de la integración de la concha de vieira como símbolo del peregrinaje a Santiago.
La concha de viera pasó a llamarse “Concha de Santiago” porque cuando los peregrinos llegaban a Santiago de Compostela se les entregaba un pergamino que los confirmaba como peregrinos y se les colocaba sobre su sombrero y capa la concha de vieira, que, “entre otras cosas”, demostraba su estancia en Santiago de modo que, de regreso a sus pueblos de origen, no quedara duda de su “logro y méritos personales”.
Existía un importante mercado en la ciudad de Santiago en torno a la comercialización de las conchas de vieira, cuya venta fuera de esta ciudad estaba escrupulosamente prohibida bajo amenaza de excomunión de la Iglesia Católica. En los distintos establecimientos de la ciudad se vendían no sólo conchas auténticas traídas desde las playas de Galicia, sino toda una variante de pequeñas conchas peregrinas en distintos materiales que se vendían a modo de amuletos y recuerdos para los familiares y amigos de los peregrinos y visitantes de la ciudad.
Desde un punto de vista religioso, las conchas, acomodadas a manera de dedos, se dice que significan las obras buenas, en las cuales el que dignamente las lleva debe perseverar, por tanto, como el peregrino lleva la concha, así cualquier humano mientras esté en el camino de la vida presente debe llevar el yugo del Señor, esto es: debe someterse a sus mandamientos.
Para otros, la Concha de Santiago es una estilización de la pata palmeada de una oca, símbolo para muchas tradiciones antiguas de reconocimiento iniciático, y por ese motivo estaría relacionado con el peregrinaje a Compostela.
Finalmente existe otra posible versión de su significado. Sería que la concha de vieira, como símbolo de Venus significa el renacer de una persona, su resurrección; es decir, la “muerte” o superación del “ego” (egoísmo y egocentrismo) para dar paso al “auténtico yo” (sencillo y humilde).

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Idea recogida de Internet del planteamiento de diversas personas:
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El viaje a Santiago simboliza el desarrollo personal, el sacrificio y la peregrinación del ser humano en la vida.

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